viernes, 8 de mayo de 2015

¿Quién fue Ignacio Manuel Altamirano?
Nació y tuvo su niñez en Tixtla, en donde su  padre al haber sido alcalde indígena fue por lo que tuvo la oportunidad de aprender a leer y a escribir, después a sus quince años fue beneficiado por una beca para estudiar en el Instituto Literario de Toluca, en este Instituto pudo cultivarse además de tener contacto con liberales de su época como  Ignacio Ramírez, Juan Antonio Mateos y Vicente Riva Palacio, al ya no tener la beca tuvo que adquirir el trabajo de bibliotecario de la misma escuela para no perder sus estudios,  apuro su tiempo en el Colegio de San Juan de Letrán de la ciudad de México y se sostenía dando clases de inglés y francés en colegios particulares.
En 1854 estalló la Revolución de Ayutla, encabezada por Álvarez, contra la dictadura de Antonio López de Santa Anna, el triunfo de esta fue entre 1856 y 1857, para este tiempo él era estudiante del Colegio de Letrán, poco tiempo después de la promulgación de la constitución de 1857 el presidente Ignacio Comonfort la desconoció y Altamirano culpo a Comonfort y acusándolo de traidor, miserable e hipócrita  Concluida la lucha armada y ya en posesión del título de abogado, inició su carrera política como diputado, cargo en el que destacó por su postura de liberal radical defendida con ardientes discursos.
En 1859 se casó con  Margarita Pérez Gavilán La madre de Margarita se había casado en segundas nupcias con u n músico de la zona de apellido Guillen, quien la abandonó con cuatro hijos. Altamirano adoptó y educó esmeradamente a los hermanos de Margarita: Aurelio, Palma, Catalina y Guadalupe. Aunque no tuvo hijos propios, los niños Guillen llenaron ese espacio.
Para 1866, comprometido como estaba con sus ideales, no pudo soportar la falta de acción del gobernador cuando la patria se desangraba en una  guerra y se había instaurado un gobierno monárquico encabezado por Maximiliano de Habsburgo. Siguiendo su inclinación de defender a la patria, se unió a la lucha contra los invasores franceses, pues consideró que su participación era un deber patriótico ineludible para cualquier ciudadano que se preciara de serlo. Se unió a las tropas del general Vicente Jiménez con el grado de coronel y participó en el sitio de Querétaro (marzo-mayo de 1867). Entonces tuvo la oportunidad de conocer a Maximiliano en su celda del convento de las Capuchinas, donde estaba preso. Si bien no presenció la ejecución de Maximiliano, señaló que el emperador encaró el momento con dignidad y valentía.
A la restauración de la República, Altamirano fue opositor de Benito Juárez y en las elecciones que se efectuaron en 1867 apoyó a Porfirio Díaz para ocupar la primera magistratura. Durante la guerra Altamirano apoyó a don Benito por la defensa que hizo de la patria, pero la paz los volvió a enfrentar cuando en 1867 Juárez propuso ciertas reformas constitucionales restrictivas del poder Legislativo, Hasta 1871 Altamirano fue fiscal y ministro de la Suprema Corte de Justicia.
Después se dedicó a la literatura, las tertulias políticas y la educación. Fundó varias publicaciones, entre ellas los periódicos El Monitor Republicano y La República. En 1880 fue electo diputado federal por San Luis Potosí y en 1882 realizó el proyecto para el establecimiento de la Escuela Normal de Profesores.
El presidente Porfirio Díaz reivindicó la labor de los primeros liberales y en 1890 nombró a Altamirano cónsul en España, Murió en San Remo, Italia, el 13 de febrero de 1893. Europa y México le rindieron los honores correspondientes a su cargo y a su fértil labor.


  "La voluntad hace la mitad de las cosas”
El personaje
Es difícil definir en pocas palabras al hombre complejo, inquieto y curioso que era Ignacio Manuel Altamirano. Solía decir: "La voluntad hace la mitad de las cosas", y sin duda este fue un principio que siguió desde sus primeros años de vida.


Podríamos imaginar su infancia feliz junto a sus hermanos y su amorosa madre en aquel pueblecito, Tixtla, que recordó siempre de manera tierna y entrañable; sin embargo, estas circunstancias no satisfacían sus deseos de aprender y de "volar". Así, no dudó en emprender el camino de las letras cuando se le presentó la oportunidad. Amó tiernamente a sus padres y les guardó una profunda admiración y respeto, como deja ver en el texto de su novela La Navidad en las montañas. Fue entrañable amigo e implacable con sus enemigos, a quienes combatía desde la tribuna de la razón, como correspondía a su elegancia y extensa cultura.Poseía un espíritu apasionado y vehemente que no se doblegó con los años y que desbordó en discursos y escritos. Hombre de firmes convicciones políticas, de recta conducta y gran tesón, poseía un espíritu inquieto y curioso. Hacía viajes por el gusto de conocer lugares nuevos cuando sus contemporáneos viajaban sólo por necesidad, a pesar de que los caminos eran escabrosos y estaban plagados de bandidos. Su visión moderna de la vida lo llevó a visualizar las posibilidades turísticas de las aguas termales de Peñón de los Baños, en la capital mexicana, una vez que la seguridad del ferrocarril pudiera llevar cómodamente a los paseantes hasta aquel lugar. Además gozaba de la buena comida, era afecto a los banquetes y no se perdía una función teatral. Los hechos políticos de su época están imbricados con su vida personal. Siempre defendió la misma bandera: el liberalismo, y cultivó los principios cívicos que lo acompañaban: la supremacía de la ley sobre los poderes públicos, el derecho a la propiedad privada, el amor a la patria, el respeto a las libertades públicas, la democracia y el republicanismo. Las actividades que llevó a cabo a lo largo de su existencia tuvieron el denominador comun de haber sido un vehículo para dar a conocer el liberalismo en todas sus facetas. Tomando en cuenta que se trataba de una ideología relativamente novedosa que debía implantarse en una sociedad atrasada, confesional, sin infraestructura para su despegue económico, con la mayoría de la población analfabeta y con instituciones heredadas del antiguo régimen, la labor de Altamirano y la de un puñado de personajes de su época que tuvieron la visión de adelantarse a las circunstancias y soñar con un México de progreso económico y político, se puede calificar de revolucionaria y heroica,.

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